Argentina. La automotriz japonesa Nissan anunció el cierre de su fábrica en Córdoba, Argentina, una medida que impacta de lleno en la industria automotriz local y enciende las alertas en toda América Latina.
Aunque la compañía mantendrá operaciones comerciales en el país, la decisión representa un golpe al empleo industrial y a la capacidad del país de seguir siendo un polo de producción en la región.
El cierre no es un hecho aislado, sino el reflejo de una tendencia más amplia. Frente a una economía marcada por la inflación, un tipo de cambio volátil, trabas regulatorias y una política industrial inconsistente, Argentina pierde atractivo frente a competidores como México y Brasil. Estos países ofrecen condiciones más predecibles y eficientes para la inversión automotriz.
La salida de Nissan es un síntoma de problemas estructurales. La planta de Córdoba, donde se producía la pick-up Frontier, empleaba a cientos de trabajadores y era una de las apuestas más recientes del sector en el país. Ahora, la producción se trasladará a México, donde Nissan ya opera cinco plantas con mejor infraestructura, menores costos operativos y acceso preferencial a mercados clave.
Mientras Argentina pierde una operación estratégica, México se consolida como el nuevo epicentro de la marca en la región. Lo mismo ocurre con Brasil, que mantiene su planta de Resende activa pese a los ajustes globales del sector.
Impacto laboral y presión política
La decisión de Nissan implica despidos inmediatos y presiona al gobierno argentino, que enfrenta críticas por no lograr retener inversiones clave. Los sindicatos temen una ola de cierres similares si no se corrigen los desequilibrios macroeconómicos que dificultan la producción local.
Los empleos en el sector automotor —bien remunerados, estables y con posibilidades de crecimiento— son un motor para la clase media argentina. Su desaparición pone en jaque uno de los pilares del empleo industrial y obliga a repensar el modelo económico.
La salida de Nissan de Argentina se enmarca en una tendencia global hacia la consolidación: menos plantas, más eficientes. Las automotrices evalúan no solo los costos salariales, sino también la logística, los acuerdos comerciales y la estabilidad regulatoria. En ese escenario, América Latina compite internamente: los países que ofrezcan condiciones más estables y previsibles atraerán la inversión.
El modelo Frontier/Navara, que antes se fabricaba en Argentina, pasará a depender exclusivamente de la producción mexicana. Con ello, México gana peso estratégico en la cadena de suministros de Nissan a nivel global.
Para Argentina, el cierre de la planta de Nissan es una llamada de atención. Si no logra estabilizar su economía, ofrecer reglas claras y promover la competitividad, otras multinacionales podrían seguir el mismo camino. Sin embargo, también se abre una oportunidad: transformar el entorno de negocios para recuperar su lugar como referente industrial en América Latina.